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domingo, 18 de agosto de 2013

Los secretos de la Ciencia y de la Felicidad. Saint-Martin


 
"Los mitologistas nos pintan el Amor armado de flechas y a Minerva saliendo del cerebro de Júpiter. Es recordarnos por un lado que todas las afecciones sensibles que nos vienen por los objetos exteriores son destructivas y, por otro, que la sabiduría, la prudencia y todas las Virtudes cuyo origen está en el germen interior del hombre pueden nacer de él, como del Ser del cual es imagen y que lo produce todo: es decir, que si el hombre intelectual cumpliese con su destino primitivo y no dejase alterar ninguna porción de su sustancia inmaterial, viviría menos de lo que dejaría entrar en sí mismo que de lo que dejaría emanar de él por los esfuerzos de su deseo y de su voluntad. Principio justo, verdadero, fecundo, instructivo, en el cual están encerrados todos los secretos de la ciencia y de la felicidad. Pero lo que vuelve tan difícil para el hombre el uso de este principio es que su aplicación se ha vuelto doble y dividida en lo que debe referirse, no solamente a los objetos de la inteligencia y el razonamiento, para los cuales todas las operaciones ocurren en la cabeza, sino también a todas las afecciones virtuosas de deseo y de amor por la verdad que tienen su sede en el corazón del hombre. Así, estando ligada [su acción] a dos centros alejados el uno del otro, su acción es infinitamente más penosa y más incierta que cuando estaban reunidos, y más cuanto vista la inmensa distancia que los separa, su comunicación puede a menudo ser interceptada; y sin embargo, si no actúan al unísono, solo producen obras imperfectas". [CN, XII] 
“La dulzura y el amor, he aquí las vías que llevan a la felicidad...” [CN, XVII]

"Debemos repetir también que la falsa voluntad del Ser libre es la única causa que puede excluirle de la armonía universal de la Unidad, puesto que tiende siempre a esta Unidad por su Naturaleza; de lo cual resulta que, si tratando de imitar las Potencias puras, que manifiestan ante él las Virtudes divinas, uniese su voluntad a la voluntad del Gran Principio, disfrutaría como ellas de todas sus relaciones con este Principio. Se le parecería, por la indestructibilidad de su Ser basada sobre la ley de su emanación; estaría incluido en armonía con todas las facultades divinas; y de entre todas las Virtudes que la sabiduría le permite manifestar, no quedaría ninguna que no le fuera conocida, ni de la cual no pudiera disfrutar, pues de otra manera no podría conocer su unidad.

Porque siendo el amor de la felicidad de los Seres especialmente de la esencia de la sabiduría, cuando hace llegar hasta nosotros Potencias subdivididas e incluso la suya, su objeto solo es devolvernos a esta unidad armónica, que es la única en la cual todos los Seres pueden gozar de la plenitud de su acción. [...]

Todas las obras de este Gran Principio nos serían presentadas, y desde el comienzo de los tiempos hasta nosotros, ningún Ser, ningún Nombre, ninguna Potencia, ningún hecho, ningún Agente nos sería desconocido; de manera que estos Elegidos que han operado sobre la Tierra la sucesión de hechos transmitidos hasta nosotros por las tradiciones de los pueblos, todas sus luces, sus conocimientos, sus nombres, su inteligencia, sus acciones, solo formarían para nosotros un único cuadro, un único punto de vista, un único conjunto, de los cuales todos los detalles estarían destinados a nuestra instrucción y sometidos a nuestro uso. Lo que demuestra lo inútiles que serían los libros si fuésemos Sabios, porque los libros solo son recopilaciones de pensamientos, y vivimos en medio de los pensamientos.

En efecto, si todo está esencialmente ligado, inseparable, indivisible, como procediendo de la esencia divina; si todas las Virtudes que emanan del Gran Principio están siempre unidades y en una perfecta e íntima correspondencia, es evidente que el hombre, al no poder destruir ni cambiar su propia naturaleza, la cual le liga necesariamente a la unidad universal, está siempre en medio de todas las Virtudes divinas enviadas en el tiempo; está rodeado de ellas, no puede dar un solo paso ni hacer un solo movimiento sin comunicarse con ellas; no puede actuar, pensar, hablar en la más profunda soledad sin tenerlas por testigos, sin ser visto, oído o tocado por ellas; y si no estuviese entre ellas y él el fruto de su voluntad cobarde y corrompida, las conocería tan íntimamente como ellas le conocen a él; tendría sobre ellas los mismos derechos que ellas tienen sobre él; y no sería ir demasiado rápido asegurar que podría extender sus privilegios hasta conocer visiblemente a Pho-hi, Moisés, al mismo Regenerador universal, puesto que este privilegio alcanza generalmente a todos los Seres que, desde el comienzo de los tiempos, han sido llamados sobre la Tierra”. [CN, XIX]

“Y he aquí esta brillante luz que el hombre puede hacer estallar dentro de sí mismo, porque es la palabra de todos los enigmas, la llave de todas las religiones, y la explicación de todos los misterios. Pero, ¡oh hombre!, cuando llegues a este feliz término, si eres sabio, guardarás tu ciencia en tu corazón” [CN, XX].

 




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