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martes, 13 de agosto de 2013

El falso y defectuoso mundo de la materia. Saint-Martin



 

"He aquí, en efecto, cuáles son los derechos que tienen actualmente sobre el hombre todas las cosas de esta región temporal. Como cada uno de lo Seres que la componen es completo y entero en su especie, los ojos de este desafortunado hombre permanecen fijos en objetos que representan, en efecto, la unidad, pero la representan sólo por imágenes muy falsas y muy defectuosas, ya que están todos formados por ensamblajes. En tanto que pueden ser vistos por nuestros ojos materiales, son necesariamente compuestos, dado que también nuestros ojos materiales son compuestos y solo hay relación entre Seres de la misma naturaleza.

[…] Sin embargo, estas cosas sensibles, que no son sino aparentes y nulas para el espíritu del hombre, tienen una realidad análoga a su Ser sensible y material. La sabiduría es tan fecunda que establece proporciones en las Virtudes y realidades, en relación con cada clase de sus producciones.

He aquí por qué hay una conveniencia, e incluso una ley insuperable, ligada al curso de las cosas sensibles sin la cual su acción, aunque pasajera y temporal, no podría jamás tener ningún efecto. Así, es cierto para los cuerpos que los cuerpos existen, que se alimentan, que chocan unos con otros, que se tocan, que se comunican y que hay un comercio indispensable entre todas las sustancias de la Naturaleza material.

Pero también eso sólo es cierto para los cuerpos, porque las acciones materiales, al no operar nada análogo a la verdadera naturaleza del hombre, son de alguna manera o pueden ser extrañas para él, cuando quiere hacer uso de sus fuerzas y acercarse a su elemento natural. En fin, la materia es verdadera para la materia y no lo será jamás para el espíritu. Distinción importante con la que hubiéramos terminado desde hace mucho las disputas de aquéllos que pretendieron que esta materia solo era aparente y aquéllos otros que pretendieron que era real.

Las cosas corporales y sensibles, al no ser nada para el Ser sensible intelectual del hombre [su espíritu], nos hacen ver cómo debemos valorar lo que llamamos muerte y qué impresión puede producir sobre el hombre sensato que no se haya identificado con las ilusiones de estas sustancias corruptibles. Porque el cuerpo del hombre, aunque verdadero para los demás cuerpos, como ellos, tampoco tiene ninguna realidad para la inteligencia y apenas se da cuenta de que está separado de ella. En efecto, cuando lo abandona [la inteligencia o espíritu al cuerpo], solo lo abandona en apariencia o, mejor dicho, no abandona nada.

Al contrario, todo anuncia que en ese momento [de la muerte] debe ganar en lugar de perder, porque, con un poco de atención, solo podemos penetrarnos de respeto por aquéllos a quienes su ley libera de estas trabas corporales, ya que entonces hay una ilusión menos entre ellos y lo verdadero. A falta de esta reflexión útil, los hombres creen que es la muerte la que les asusta, cuando [en realidad] no es de ella, sino de la vida de la que tienen miedo".

[CN, V]

 


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